Las actas del magisterio

Pero en el curso del año de espiritualidad se añade una clase especial: las actas del magisterio. Fiel a la enseñanza del Padre Le Floch, Monseñor Lefebvre hace estudiar las encíclicas de los papas sobre la masonería, el liberalismo, el modernismo y el comunismo. Los seminaristas pueden así hacer el mismo descubrimiento que hizo él durante su seminario en Roma.

Cómo juzgaron los papas el liberalismo y la laicidad del Estado

Descubren cómo los papas juzgaron el liberalismo, la laicidad del Estado y la modernidad. Aunque se aprecie mucho a los autores antiliberales –Louis Veuillot, el cardenal Pie, Monseñor Freppel, etc. –, los verdaderos maestros son los papas: Gregorio XVI, Pío IX, León XIII, San Pío X. A Pío XI se lo sigue atentamente en su encíclica Quas primas sobre el reinado social de Cristo Rey. El lema de San Pío X, «Restaurarlo todo en Cristo», es el eje fundamental de esta clase sobre el magisterio de los Pontífices romanos.

A la luz de las enseñanzas pontificias, los seminaristas comprenden que las tres principales novedades del concilio Vaticano II corresponden a errores ya condenados:

Los tres grandes errores conciliares, condenados de antemano

  • La falsedad de la libertad religiosa se demuestra con cien años de anticipación con la encíclica Quanta cura de Pío IX: las falsas religiones no tienen ningún derecho natural a prosperar en la ciudad. León XIII precisa que, sin embargo, pueden ser toleradas cuando así lo exige el bien de la paz.
  • El ecumenismo moderno es refutado por la encíclica Satis cognitum de León XIII: fuera de la Iglesia católica no hay otra arca de salvación.
  • La colegialidad se opone a la doctrina del concilio Vaticano I: sólo a Pedro y a sus sucesores confirió Cristo el poder supremo sobre los pastores y las ovejas.

La verdad que la Iglesia ha enseñado siempre

Los seminaristas, introducidos desde el comienzo en la enseñanza constante del magisterio, eco de la divina constitución de la Iglesia, adquieren así las convicciones que serán el alma de su celo apostólico: «No se trata de seguir “la verdad de Monseñor Lefebvre”, les dice el fundador, sino la verdad de la Iglesia, lo que ella ha enseñado siempre».